miércoles, 12 de junio de 2013

En aquel lugar fermentaba afición...Luchemos por La Venta de El Batán.



A mi también me llevaban mis abuelos y mi familia en metro.
Me envía el amigo Javier lo siguiente, y a raíz de ello he querido dejaros este artículo, que tanto tiempo llevo pensando en publicar, y que nunca me animaba a escribir, porque de esto ya parecía que no se hablaba, ni se iba a hablar, que estaba ya perdido y no había vuelta atrás...Pero visto que el tema lo ha sacado el amigo Salamanca, y ha cundido la noticia y las imágenes hasta el mismisimo mundotoro, esperemos que prevío permiso (y si no es así, es igual, me alegro de que le den aire a la noticia) os dejo con sus breves líneas:

"No me voy a  liar a escribir mucho sobre algo ya sabido por todos, pero
una imagen vale mas que mil palabras. Echen la culpa a quien quieran
en este caso miren a las autoridades politicas del gobierno Madrileño
tanto el municipal como el autonomico, claro que se me olvida que estamos
en crisis."QUE SE VAYAN TODOS AL CARAJO", taurinos incluidos."

J. Salamanca.

------------------------------------------------------------------------------------------------------

En aquel lugar fermentaba afición:

Acudiamos en primavera, semanas antes de la Feria de San Isidro, como cada año, mis mayores, tanto abuelos como tío-abuelos nos llevaban a la Venta de El Batán. Ninguno de ellos era aficionado asiduo con abono a la plaza de Las Ventas, simplemente les gustaban los toros, como en cualquier otra familia de aquella generación, aunque de entre todos, la que fue hermana de mi abuela, considerada por mí como mi tía, sí poseía una gran afición taurina, es más, fue quien me llevo por vez primera a un festejo veraniego al tendido 2 de la plaza de Madrid.

Pero el ambiente que se respiraba en el Batán, unido a la tradición, les encantaba y no faltaban a la cita. Mis recuerdos de aquellas jornadas son bastante vagos, pero si conservo anécdotas, aunque estaria en torno a la edad de ocho o nueve años, quizá 10, en mis visitas con ellos a este lugar. Mi abuelo se encargaba de sacar las entradas para los seis o siete que éramos, y creo que los crios entrabamos gratis, y ellos, 200 pesetas. En esta taquilla que hoy se ve abandonada se compraban.

Había cola en aquella taquilla.
 Una vez dentro, recuerdo los puestos de cosillas taurinas, de allí conservo un bolígrafo con forma de estoque que mi abuela nos regaló a los nietos, y en cada uno de los corralones, con su sombrilla en el medio, y a su sombra, descansaban echados los toros de la Feria, no recuerdo apenas nada de los hierros que llevaban, ni su encaste ni trapío, recuerdo que los miraba con atención, que mi ilusión en la tapía era verlos en acción, y que alguno se arrancase, pero ellos rumiaban a la sombra.

En estas tapías que hoy están algo desconchadas observaba los toros.
Bajo de este árbol y de las sombrillas se refugiaban del calor.
Seguramente entonces las grietas no estarían tan visibles.

Allí, además de ver mucha gente, iba recibiendo pequeñas lecciones de afición, con lo que me iban contando, recuerdo que en cada corralón había comederos redondos, morriles que diríamos en el campo, pero hechos con antiguos barriles de aceite, pues bien, aprendí, aunque con el tiempo he visto que no siempre se cumple, pero me dijeron que cada toro comía del suyo, y que armaba bronca si alguno invadía pienso ajeno.

Esta puerta se encontraría en buen estado por aquel entonces...
Continuando escarbando en la memoria, recuerdo que intentar llamar a los toros conllevaba amonestación familiar, y aprendí que lo peligroso no era que me pasase a mi algo, ya que las tapias son altas, sino que se pudiese desgraciar algún toro un pitón, y nos hicieran pagarlo. Recuerdo aquella expresión de tranquilidad y de seriedad a la vez, de miedo, que me trasmitían las reses aunque su actitud fuese una flemática rumia, recuerdo sus miradas, a la vez fijas y a la vez indiferentes, a quienes les observaban, y recuerdo, que como todo siendo niño, se ve más grande e impresiona más de lo que es, llegando yo a creer que los toros eran mas altos de agujas que las personas adultas, y por más que me decían que no, ¡yo lo tenía bien claro!.

Los cerrados estaban polvorientos, ahora en vez de toros...un perro vigía.
Cuando ya teníamos repasados los toros de los cerrados, nos íbamos hacia lo que de verdad me apasionaba, hacia las instalaciones de la escuela, donde a través de una manga de tablones, que me recordaba a los encierros, que tanto me llamaban, trasladaban becerros y becerras de la placita a los corrales...aquello si que era la leche, y además desmontaban un tramito para que la gente pudiese deambular por el camino que el vallado cortaba. Y que volvían a montar los tablones, pues a ver el trotar de la becerra... Pero antes de llegar a la placita, se pasaba por los baños, donde paraban casi siempre las mujeres, y cuyo mural estaba decorado con hierros, yo preguntaba si cada uno es de una ganaderia, y mi abuelo me decía "fijate si hay..." pero no se conocía de cual era cada uno, para conocerlos, "hacía falta ser muy entendido".

Hacía falta ser muy entendido para conocerlos todos

 Cuanto me gustaria que aquello estuviese en condiciones para a ver ido hace un mes por allí con mi abuelo y decirle uno por uno el hierro que está pintado en el muro, y los encastes de las corridas y contarle con todo detalle lo que he aprendido gracias a la semilla que en mi el Batán, y ellos que me llevaron, sembró. Pero ni se ven los hierros, ni aquello está como para visitar.

Así está el techo de los baños de mujeres.
Volviendo a aquello que más me gustaba, la becerrada, recuerdo como alli me ponia en la misma barrera, ya que no tenía callejón, y se pasaba cada sensación al ver de salida los becerros, o las volteretas que tenían los chavales...pero lo que marcaba la diferencia era ver como se hacían con el becerro entre los muchachos para meterlo a toriles, y justo me colocaba pegado a la puerta de chiqueros para ver con que saña se resistían a entrar, y el trabajo que les costaba moverlo, la fuerza que tenían y que tanto poder me trasmitían y me hacían magnificar en mis pensamientos, al toro a ese bello animal que tanta afición hacía fermentar al estar expuesto en la venta de El Batán, que tan bien se aclimataba allí a Madrid, que tan bien descansaba de sus viajes...

Hay que destacar la importancia de aquel lugar en tanto a que yo seguramente no sería el aficionado que soy de no haber pisado en él, aunque haya muchos otros factores que me hayan hecho ser aficionado, pero debemos luchar por recuperarlo, aquel escenario era muestrario para la afición, y para crear nueva, una autentica fabrica cuanto menos, de respeto por la Fiesta, pues si bien mis primos o mi hermano no tengan la afición que yo, jamás les he escuchado algo despectivo hacia esta pasión. 

Si además añadimos que era positivo para el toro, que la inversión para que aquello esté en condiciones es asumible en función de los ingresos que podría generar, y que encima, hace falta crear afición, es necesario ponerse en marcha, y tener como aquellos años, incluso una nave temática que patrocinaba pacharán Zoco y que se hacia llamar "Zoco Taurino"... iniciativas que permitirían que la nuevas generaciones conociesen y respetasen cuanto menos este rito, y además, algunos, se aficionasen, y que nos permitieran no tener que creernos aquello de "A esto le queda poco".

Esto sí ha mejorado, y tiene asientos de butaca, en vez de aquellos tablones de portátil.
Pero ¿para qué? si ya no hay clases prácticas ni becerradas...
Cartujanillo. Fotos de Javier Salamanca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario