martes, 6 de junio de 2017

Afloró la casta, faltó bravura sobre todo en varas en la Victorinada

Variada corrida de Victorino Martín, que mantuvo el interés con tres toros encastados, el segundo, tercero y el sexto. En presentación dejó mucho que desear el lote de Talavante.

Soberano se jugó en primer lugar, remató en tablas y se volvió sobre las manos en el recibo capotero, blandeando un poco. Tomó una primera vara trasera en la que se dejó pegar apoyado sobre un pitón. Se volvió hacia el peto y salió suelto tras un refilonazo, algo que contó, visto lo visto, como entrada y se cambió de tercio, pues el toro estaba justo. En banderillas se mostró soso y algo gazapón, llegando sin celo a la muleta, sin humillar. Diego Urdiales se limitó a pasar la distraida embestida sobre las piernas, abreviando. Pinchó en bajo por dos veces, antes de dejar un pinchazo hondo tendido arriba, siendo más perpendicular el cuarto, en tanto más contrario el quinto. Descabelló a este manso descastado, soso y sin fuerzas, que fue despedido con pitos en el arrastre, habiéndolos también para el arnedano, aunque con menor intensidad.

Murmullo tenía de nombre el corrido en segundo lugar, fue protestado a su salida por su menor trapío. Talavante lo recibió estirándose a la verónica, fijando la embestida, aunque sin ganarle mucho terreno. En el primer encuentro ante el jaco se le señaló trasero y caído, rectificando y pegándole una vara fuerte en buen sitio, mientras el astado prácticamente se dejo pegar, saliendo suelto en la segunda y con las fuerzas muy justas. Quitó Ureña por gaoneras teniendo que rectificar las zapatillas hasta soltar las telas. No era el quite adecuado para la embestida, aunque un alarde de valor, eso sí. Fue pronto en banderillas, haciendo hilo y pudo verse un buen par en la cara de Juan José Trujillo. Tras brindar al público lo pasó por alto y lo sacó al tercio, donde viendo su pitón izquierdo le cuajó ligando una buena tanda al natural. Mejor fue la que siguió, llevándolo muy templado y rematando por bajo, continuando por el derecho, algo más atropellado, pues se quedaba más corto. Continuó al natural, cruzándose mucho, pero la embestida y la intensidad fue a menos, subiendo la temperatura en los remates tras pegarle una serie por el izquierdo, rematando con un sobervio pase de pecho. Mató de estocada caída, haciendo la suerte marcando los tiempos y con templanza, tras haber rematado por bajo y con un pase de pecho enfrontilado a la que lo cerró en el tercio. Descabelló, iniciando el público petición de oreja, que fue concedida a la par que protestada por la colocación de la espada. El astado, manso y con calidad muletera, fue despedido con palmas y ligera división en su arrastre.

En tercer lugar hizo aparición Pastelero, un cárdeno muy bien armado y que se revolvió en los lances que Ureña se dispuso a dar desde el primer contacto, algo atropellados. En varas se dejó pegar con la cara fija en el peto pero sin emplearse demasiado, Pedro Iturralde le señaló en buen sitio una vez el astafo se quitó el palo, y trasero en la segunda entrada, a la que acudió con prontitud. En banderillas precisó su lidia muchos capotazos, en los que se vence por ambos pitones, sin mucho recorrido. A los rehileteros los esperó y midió, haciendo hilo posteriormente. Inició el trasteo el murciano en tablas, donde el animal se le subió a las barbas. Ya en el tercio logró acoplarse acompañando la embestida antes de que de nuevo el astado le fuese ganando terreno, por lo rápido que se revolvia. En la tercera tanda llegó el mando y los trazó en redondo, conectando -por el peligro- con la plaza, al igual que en la cuarta, donde logró dominarlo y donde la embestida se fue entregando. Cambió al izquierdo, por el que no humilló y donde le costó más desplazarse, aun así le puso de su parte y le tragó, conectando con el público por la trasmisión más que por la calidad de los muletazos, en los que le costó bajar la mano. La faena fue larga y la remató con la diestra, donde el astado ya le buscó al tercer muletazo. Gran estocada haciendo la suerte en la rectitud y volcándose encima, en muy buen sitio pero que se fue un poco tendida, tardando en caer, mostrando el astado dureza de patas, teniendo que descabellar, sonando el segundo aviso. Este Pastelero, encastado y con trasmisión en la muleta, con un gran pitón derecho, fue fuertemente ovacionado en el arrastre. Se le pidió incluso la vuelta al ruedo, en vista de que el caballo cada tarde importa menos en esta plaza, pues se dejó pegar, sin hacer una pelea empleándose de verdad, aunque, eso sí, sin mostrar atisbo alguno de mansedumbre en toda su lidia. Encastado a bravo por tanto. El lorquino dio una vuelta al ruedo clamorosa que le pidió bastante público en la plaza.

Buscaplebes se llamaba el cuarto, muy corniapretado, que se frenó en el recibo capotero, apretando a los adentros a un Urdiales que se vio algo atropellado al tratar de resolver y llevarlo a los medios. Se arrancó sin tener que citarlo en la primera entrada, donde tomó un puyazo trasero tras marrar el varilarguero, en el que se empleó cabeceando con la cara alta. Se dispuso Urdiales a lucirlo, dejandolo de largo a una segunda, bien trasera, a la que acudió al paso y de la que salió repuchado sin emplearse. Una tercera entrada se vivió vibrante, se arrancó pronto aunque al paso, echando la cara alta y repuchándose de la vara trasera que se le recetó. En banderillas mostró la misma sosería que en el caballo, pronto pero reservón. Con la muleta, inició Urdiales tomando pronto la zurda, pitón por el que se frenó, sin entregarse y apenas humillando. Menos tenía por el derecho, donde a base de arrimón lo intentó sin mucha fortuna, pues se quedaba muy corto, regresando a la zurda, donde solo pudo justificarse entre lo corto que se quedaba, lo poco que humilló y lo muchó que se frenó. Aún así el público no entendió que abreviase, despachándolo de estocada contraria habilidoso tras un pinchazo. Reservón y bravuconcete, este manso y soso cuarto, guardó combustible para levantarse ante el puntillero, tras afrontar la lidia sin emplearse. Fue aplaudido, con leve división en el arrastre, habiendo algún pito para el riojano entre el silencio que escuchó.

En quinto lugar fue jugado Pesonero, un animal escaso de cuerpo y tapado por la arboladura astillana y algo playera que lucía. Se revolvió en el recibo capotero de Talavante, enganchándole las telas, mientras que se dejó pegar con fijeza en las dos varas que tomó, ambas en la misma paletilla, recargando mucho. Distraído y gazapón en el segundo tercio, apretando a los adentros en la brega, sin humillar y quedándose corto, desbordando por momentos a un buen lidiador como Trujillo. Inició el pacense su faena saliendo a los medios, con suavidad y abriéndolo por alto, sin lograr alargar el viaje del astado, optando por abreviar entre la incomprensión del respetable, que o bien veía alguna posibilidad que verdaderamente no tenía o al menos queria razonablemente que antes de matar lo sometiese. Agarró media trasera y tendida, que fue sacada por Luján desde la tronera, en un gesto de desvergüenza que despertó con razón las iras del público. Dejó finalmente una estocada en buen sitio tras dos pinchazos. El burel, complicado y sin trasmisión, justo de casta y escaso de bravura fue despedido entre leves pitos y palmas de castigo al diestro, que además fue pitado.

Cerró la tarde Bocacho, todo un señor en presencia, que fue recibido de inicio por Ureña dispuesto a estirarse a la verónica sin haber fijado la embestida. Así le pasó, que a poco le comió el terreno, teniendo que irlo sacando a las afueras, enseñandole a embestir, vamos lo que debió hacer ante de estirarse. En la primera vara manseó, mientras que se dejó pegar metiendo la cara con fijeza en la segunda, de la que costó sacarlo, mientras se le recetó un castigo muy fuerte y en mal sitio. En banderillas se armó revuelo y bronca, pues aunque el morlaco presentó dificultades, faltó oficio para lograr cuadrar los pares aunque fuese con efectividad a sobaquillo y no una por una, entre arreones y desorden, con el astado distraído, esperando y haciendo hilo. En la muleta el astado humilló con trasmisión, pronto y con dificultades, orientándose a cada pase, por tratar de llevarlo siempre en redondo Paco Ureña, sin irle alargando el viaje de inicio más en línea recta. Se le fue quedando corto, venciéndosle en el remate, llevándose varios sustos. El astado no terminó nunca de entregarse, sin regalar una embestida, todo unido también a que faltó mando. Lo despachó tras doblarse con él de un pinchazo hondo caído y de estocada baja, escuchando un aviso. Fue despedido en silencio este manso encastado, ocurriendo lo mismo en el caso de su matador.

Al regreso de la Feria de Vic Fezensac, de vivir tercios de varas en silencio, luciéndose todos los toros, enseñando la mucha o poca bravura que atesoraran, cuesta regresar a la realidad del día a día de la Fiesta.

Rubén Sánchez.

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