domingo, 11 de junio de 2017

Ni presentación ni bravura, ni tan solo casta y poder tuvieron los miuras

Lleno en Las Ventas para cerrar la Feria de San Isidro. Se anunció, en el 175 aniversario de la divisa, un encierro de Miura; anunciándose además el torero de la familia, Dávila Miura como gesto a conmemorar la efeméride. Curiosidad fue que finalmente no diese muerte a ningún toro de la divisa de su casa, siendo su lote devuelto por invalidez. El encierro además de faltarle en general las fuerzas y la casta, mostrando mansedumbre y poco celo; le faltó la expresión, la seriedad que debe tener un toro, saliendo varios anovillados y lavados de cara, evidenciando que este encaste por su morfología debe presentar reses con edad, y no de cuatro años cumplidos. O al menos si son cuatreños han de venir los más adelantados, algo harto dificil sabiendo que la solicitada divisa ha de cumplir con sus compromisos habituales en Pamplona y Francia, teniendo este año además que presentar dos encierros en Madrid, que en caso de no tenerlos, hubiese sido mejor que el ganadero se limitase a lo que puede presentar; aunque es probable que ante la insistencia de la empresa y con el visto bueno de los veedores, los criadores aceptasen. El mejor resumen para el juego de la corrida es simplemente indicar que los mejores de la tarde fueron los dos sobreros.

Abrió plaza Laneto, protestado no ya por lo agalgado sino por su falta de expresión, más bien lavado de cara. Lo paró muy bien Rafaelillo, genuflexo, mientras el astado metió la cabeza con suavidad, rematando con una buena media. Tomó la primera vara al relance, donde se le pegó caído una vara fuerte y se le tapó la salida, mientras se dejó pegar. Acudió pronto a la segunda vara, de la que salió suelto sin que apenas se le señalase. Quitó Dávila Miura en unas verónicas en las que el astado evidenció soseria. En banderillas escarbó y se dolió, agarrado al piso y pendiente de los cites. Inició por alto su faena el murciano, saliendo al tercio, donde se gustó sin ajuste alguno ante una embestida noble y sosa por el derecho, algo más compleja aunque no mucho por el izquierdo, por el que se revolvió rápido, teniendo que llevarlo más mandado tirando de él. Remató con la diestra, de nuevo despegado, con el astado saliendo ya a media altura del muletazo. Despachó de media estocada en buen sitio, fallando con el descabello mientras se tragó la muerte aguantando el cárdeno. Pitos en el arrastre para este ejemplar, descastado, soso y noblote; silenciado el espada.

Africano lució por nombre el segundo, que blandeó en el recibo capotero de Dávila Miura, perdiendo las manos al ser colocado para la primera vara, de la que se fue de najas. Se le pegó en buen sitio en la segunda entrada en la que se empleó, entrando una tercera en la que se le señalo trasero, saliendo suelto, blandeando,  siendo fuertemente protestado hasta que se desplomó en banderillas, viéndose obligado el palco a sacar el pañuelo verde, tras aguantar más de lo que debió aguantar en vista de la invalidez.

Se lidió en su lugar Iluminado, marcado con el hierro de Buenavista, que salió buscando pasto en el albero, sin acometer. No tuvo las dificultades habituales de los toros que suelen hacer eso de salida, dejándose torear sin hacer extraños en terreno de contraquerencia. Se fue a relance a la primera vara fuerte que tomó, en la que el astado se empleó, costando sacarlo, al igual que en la segunda, en la que cumplió empujando con riñones mientras se le aplicó un castigo fuerte en mal sitio, trasero. Muy mal el diestro colocando el toro en el caballo, siempre dejándolo ir suelto, sin recortarlo para dejarlo fijado. En el segundo tercio el astado estuvo muy parado, dejando un buen par Miguel Martín. Inició Dávila Miura su faena por el derecho, algo acelerado y descolocado. Lo mismo le ocurrió por el izquierdo, un tanto atropellado. La embestida tenía condiciones para ser más aprovechable, arrancándose con prontitud, un punto violenta en el embroque, pudiendo tener entidad y trasmisión lo que se lograse ante ella. El coletudo no terminó de llevarla obligada y con ajuste en ningún momento, despachando tras abreviar de estocada caída tras pinchazo. Fue ovacionado el astado en el arrastre, a buen criterio a mi entender, por su bravura en varas y condiciones en la muleta. Pitos leves para el espada.

Zahonero se jugó en tercer lugar, con expresión aún de novillo, siendo protestado por ello. En varas se le dio poco y muy caído, cabeceando y echando la cara alta en el peto, perdiendo las manos en varias ocasiones, llegando con invalidez a banderillas, donde cortó e hizo hilo entre una fuerte protesta exigiendo su devolución. Inició su faena Rubén Pinar por alto, sin apretarle, tratando de ponerse por el derecho entre la soseria de una embestida rebrincada y a media altura, aunque siempre despegado y con precauciones. Abrevió y despachó de estocada delantera y desprendida tras pinchar en dos ocasiones. Silencio para ambos con pitos de fondo en el arrastre de este descastado e inválido tercero.

Torrijo hizo cuarto, un toro de cuajo y hechuras con un toque de redondez santacolomeña, totalmente fuera del tipo habitual de la ganaderia, que salió con pies, repitiendo en los buenos lances con que le recibió Rafaelillo: farol de rodillas y verónicas genuflexo, rematando con media y revolera. En las entradas al caballo se le picó caído, saliendo suelto tras llegar al peto con la cara alta, aquerenciándose en el burladero de matadores tras salir suelto de la tercera. Llegó al segundo tercio rebrincado y trotón, sin lucimiento con las frías por parte de los de plata, pues fue dificil cuadrar entre los saltos que pegaba. Inició su faena en el tercio por el derecho, a una embestida a media altura que no tenía codicia alguna por la muleta, pasando sin más, a distancia del cuerpo del murciano, que tomó sus ventajas. A media que avanzó el trasteo el burel fue tomando con algo más de fijeza el engaño pero igualmente sin celo por él, hasta que al perderle la cara al salir de un remate, le pegó un pitonazo en el muslo. Continuó tras mirarse y quitarse la chaquetilla por el pitón derecho, con una embestida ya muy corta y orientada, doblándose con él antes de pasaportarlo de media estocada caída y atravesada. Previamente se desplomó el flojo astado, manso y descastado que fue pitado en el arrastre; saludando una ovación entre división el coletudo, por su esfuerzo aguantando tras el percance.

Listonero, alto de agujas pero sin la expresión de seriedad exigida, salió con pocos pies y no tuvo celo por tomar los lances de recibo, saliendo desentendido y buscando tablas. Se desplomó al entrar a la primera vara, donde se le señaló delantero y se le dio trasero una vez el astado se incorporó. Echó la cara alta y de nuevo desplome al salir del peto, siendo devuelto.

Le sustituyó Nauseabundo, de El Ventorrillo, un cornúpeta muy cuajado y que salió con pies mientras entre dudas y evidenciando la lógica falta de facultades, mientras lo recibió, corriendo para atrás Dávila Miura. En varas cumplió y empujó, metiendo riñones y acudiendo con prontitud, cayendo en buen sitio los dos puyazos, llegando el astado con fijeza y prontitud a banderillas, viéndose un buen par de Vicente Varela. Brindó al público el diestro antes de iniciar un trasteo en tablas por bajo, obligándole y con firmeza, suavidad e imprimiéndoles gusto. Le cogió el aire por el derecho, llevándolo templado en una primera buena tanda, a una embestida templada, noble y codiciosa, a la par que humilladora. Continuó dando distancia pero más despegado, peor colocado y siempre despiendo fuera el trazo del muletazo, dejando sin cuajar un buen toro para el torero y con trasmisión suficiente. No llegó a calar ni con la zurda ni cuando cogió la diestra al natural, matando de dos medias estocadas saliéndose de la suerte al tirarse. Saludo una ovación mientras media plaza le pitaba, sin tener la vergüenza torera de taparse y saludar desde el callejón los aplausos de parte del público de sombra. Ovación para el buen astado en el arrastre.

Cerró la tarde Escogido, impresentable por su cara acucharada aunque con cuajo y seriedad en la expresión, esta si, de toro. Pese a ser cuatreño, en seriedad era de los adelantados, pero sus pitones no tan propios de lidiarse en Madrid. Tras sacarlo a los medios Pinar con el capote, tomó el astado dos varas caídas en las que se empleó empujando con fijeza y riñones, costando sacarlo; pero blandeando al salir del peto, desantando la protesta, que no fue atendida. En banderillas fue rebrincado y se dolió, cabeceando en su embestida, frenándose. Lo mismo hizo en la muleta, teniendo poca lidia para hacerle, por su falta de poder y su nula codicia ni celo por acometer. Abrevió, agradeciéndole el público la brevedad, al diestro albaceteño, que pasaportó de estocada en buen sitio, teniendo que descabellar. Pitos para este manso cambiante, pues cumplió en varas siendo luego descastado y desentendiéndose en la muleta. Silencio para el coletudo.

Al finalizar cayeron almohadillas al ruedo, algo que distó mucho del inició, cuando se ovacionó a Dávila Miura en agradecimiento a su gesto, algo que denota que la plaza, aunque con ganas y positividad a la vista del cartel, juzgó a posteriori lo acontecido con exigencia.

Rubén Sánchez

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